La familia del futuro artista Josep Guinovart i Bertran se refugia en el campo debido a los bombardeos de los golpistas. Ese hecho y otros relacionados con la tragedia de esos años, dejaron una huella imborrable que marcó su vida.

De familia pintora de paredes, Josep Guinovart i Bertran deseó transcender el color y el espacio para buscar el alma en un país de cuerpos rotos. Y acompañado siempre por la música y los recuerdos del bosque, rememoró y reivindicó constantemente las estrellas, los animales y los ocres de las arcillas. Después buscó el mar para escapar definitivamente de la ilusiones también rotas de toda una sociedad.
La unión con la naturaleza le marcó un carácter especialmente humanista, en donde la actitud del artista hacia la libertad marcó su camino plástico. Es de hecho conocido su ayuda al movimiento obrero desde la clandestinidad en el franquismo. Ese posicionamiento duró toda su vida.
Desde la Pescadería le rendimos este modesto homenaje, porque sabemos que ante la propuesta hubiera estado encantado. Porque entendía la plástica desde la lucha por la libertad.
Agradecemos a la Tinta Invisible la cesión de la obras para esta exposición. Y os invitamos a visitar su legado en l'Espai Guinovart de Agramunt.



 

SPONDYLUS


“El mar amaneció rojo. Eran ellos, los mensajeros de los dioses. Nadie se atrevió a tocarlos, llamaron a los sacerdotes para que los recogieran. Los spondylus traían buenas y malas noticias. Las fuerzas de la lluvia y del mar no tardarían en desatarse. Muerte por su virulencia. Vida por el agua que fecundaría sus campos. Lo mejor era que ellos se quedaban, lo más preciado, lo más hermoso de su mundo”.


Pero eso fue hace muchas lunas. Ahora venimos a este lugar para adquirir los frutos del mar. Empezamos eligiendo un pez. El vendedor lo levanta con las dos manos, como si fuera una ofrenda a los dioses, nos lo muestra, lo aceptamos. Él con cuidado lo tiende en el ara ceremonial y lo sacrifica, lo abre, lo prepara para que pueda formar parte de nosotros, para que el agua del mar y su sangre de pez se mezcle con la nuestra y así nos de vida. Hubo un tiempo, en otra cultura, que una criatura marina sublimó el ritual humano de la alimentación y se convirtió en el enviado de los dioses, los incas lo llamaban mullu, nosotros lo conocemos como spondylus.



Su color escarlata en el fondo del mar anunciaba la corriente del Niño, era el indicador, el augurio de lo que iba a pasar. Era la palabra de los dioses y además su regalo más preciado, su alimento divino. En la cultura Chimú aquella concha roja con apófisis puntiagudas, no era solo un bien material. Era dios. El tener uno confería a quien lo poseía un elevado estatus social y espiritual. Cuando los conquistadores descubrieron la importancia que estos moluscos tenían para los incas recogieron muchos del fondo del mar ayudados por sus hombres y sus naves. Se los cambiaron por oro despreciando su significado y pensando que estaban haciendo un gran negocio.


Los indígenas tampoco entendieron ese trueque y se rieron de esos hombres que querían cambiar los regalos de sus dioses por simples metales amarillos. Así se fue acabando el oro y el mensaje sagrado de los spondylus. Hoy presentamos esta obra para recuperar ese sentido porque el arte es también un trueque espiritual. Queremos dar imágenes, volúmenes, palabras, ideas a la gente que va a cambiar monedas por criaturas del mar que han sido libres y hermosas, para que cuando absorban su esencia puedan ser pez, alga, spondylus, y así se produzca el gran intercambio. La fusión absoluta con todo lo creado.

Carme GarCía Parra

“FEMINAE”

SÍLVIA ALCALÁ


Desde hace un tiempo destaca en mi pintura una iconografía insistente: la mirada humana y en concreto la mirada femenina. Creo, estoy convencida, que llega merecidamente el esperado y ansiado tiempo de lo femenino y si no llega, hemos de forzarlo. He aquí, que mi trabajo se territorializa en estas fronteras, en un activismo sereno y grato y es en la mirada de mis personajes femeninos dónde encuentro esa satisfacción de sentirme plena, al menos en el esfuerzo de contribuir como artista plástica, con mi granito de arena, en la ansiada normalidad que debe existir en la vida y en el mundo en el que vivimos, al menos en el firme intento de luchar por la igualdad de género y erradicar esa grandísima lacra que es la violencia machista.



Mis pinturas, generalmente grandes formatos, presentan personajes femeninos inventados, pues en lo inventado está la universalidad y no la concreción, la heterodoxia y no la ortodoxia. Esta féminas imaginadas, pretenden despertar en cada espectador la determinada meta-narrativa que desee. En realidad se trata de un trayecto de miradas, miradas hieráticas, en ocasiones expresivas, en otras tristes y lánguidas, a veces ilusionantes, frustradas, aventureras, tal vez heroicas, maternales, reivindicativas, incluso contemplativas...amplio catálogo de miradas femeninas.

Mis pinturas, con una premeditada sencillez que no ingenuidad, se manifiestan en una explosión cromática y en una riqueza de medios plásticos procedentes mayoritariamente de tiempos pasados en los que la pintura era un territorio de investigación y experimentación, un territorio en el que privaba con intensidad la emotividad...reconozco que sueño en aquellas vanguardias, aquellos “ismos” del siglo XX que quedaron por la velocidad del hombre ciertamente inconclusas y a merced en ocasiones de tediosas alternativas cuestionables y relativizables.



La “Casa de Cultura” de Crevillent, en mi imaginario simbólico, lúdico y metafórico, deviene también una gran dama, una femineidad con entidad propia, alta, delgada y de mirada extensa y lejana, una mirada antigua, atávica, que se interna en las llanuras, cumbres y valles de estas antiguas tierras alicantinas. Y en su seno, como madre que acoge la vida, mis humildes pinturas, ahora sus hijas, altas y serenas, con su mensaje activo y necesario: las mujeres existimos y creamos la existencia.

Sílvia Alcalá
Pintora